miércoles, 10 de marzo de 2010

NO WATER, NO LIFE





De súbito, una luz iluminó la habitación. Drake abrió los ojos sobresaltado. “¿Qué ha sido eso?”, dijo para sí. Alzóse y oteó el exterior por el ojo de buey. Veloces saetas de fuego cubrían el cielo. La visión acabó por despertarlo del todo.
Como una exhalación, equipóse con sus calzas y jubón, y metióse las botas. Asió su espada y salió del compartimento.
Fuera refulgían los destellos ocres y rojos de las llamas que consumían la vela mayor. “¡Maldición!”, juró en voz alta. El entrechocar de las hojas metálicas era ensordecedor. Proyectiles de fuego volaban cual fugaces estrellas por el cielo nocturno, haciendo diana en los cuerpos de sus hombres. La batalla había comenzado.
Drake, lleno de ira, se precipitó con la espada en alto hacia el fragor de la batalla. Los atacantes arremetían con veloces estocadas, mientras que los perros de mar de Drake, aún con sueño, interceptaban los golpes como podían. Drake descargó la espada sobre el costado izquierdo de uno de los atacantes. Con un grito ahogado y derrumbándose sobre sus rodillas, fue agonizando mientras Drake perforaba su herida. Sacó la espada. Ya no sentía miedo ni desconcierto. La excitación y la sed de sangre inundaban su espíritu. Drake lanzó un desgarrador grito de guerra.
La lucha continuaba y los muertos y heridos aumentaban, víctimas de las hojas afiladas de flechas y espadas. ¡Pum! Se oyó una explosión y una bola de cañón surcó el aire, produciendo un característico silbido. El impacto se produjo en el castillo de popa. Ahora ardían también los camarotes y la bodega. Del mismo modo, una serie de explosiones se sucedieron y otras tres bolas pasaron cerca del palo que sostenía a la vela mayor. Una cuarta impactó en ella. La viga de madera comenzó a ceder lentamente y con un crujido se quebró.
Ardía ya toda la proa bajo lo que, hasta hacía unas horas, era la vela. Los piratas que allí se encontraban en el momento del desplome corrían ahora encolerizados, buscando el mar, mientras sus ropas eran pasto de las llamas. Comenzó a llover.
La lucha continuó, mostrando como única vencedora a la muerte.
Con la llegada del amanecer, las fuerzas enemigas se retiraron.
Drake juntó a sus hombres y repartió unos trozos de pan bazo y cerveza floja que habían sobrevivido al ataque.
- Habrá que construir un barco nuevo, mi capitán -exclamó uno de sus hombres, al darse cuenta del alcance de los daños.
- Quizá La emperatriz nos preste ayuda -dijo otro.
- Ojalá Dios os oiga -prosiguió Drake-, porque nos sería más fácil encontrar una novia en un burdel...
***