viernes, 9 de agosto de 2013

Cuaderno de Ruta V: Día Ochocientos dos

Esta es una historia de huida. Una historia de huida premeditada. Un grito, una lucha contra la introspección de esta, mi celda. Una historia de una carrera por la libertad, una historia de una carrera por lo imposible a la espera de un guiño del destino. 

Todo comenzó con una mirada furtiva seguida de un plan absurdo. Nadie apostó por mi, nadie pensó nunca que pudiera llegar a darle la espalda a, estos, mis barrotes. Solo una dosis de fe desmesurada y un deseo irracional podían hacer pensar en una mínima posibilidad de éxito al mayor de los idealistas.

He burlado la vigilancia de mil atentos ojos, las firmes pisadas de los guardias las mantuve a raya. He bailado con el tañido de los casquillos, la sangre siempre la mantuve fría. He nadado en un mar de alambre de espino, el dolor no fue un problema. Donde el miedo hizo retroceder a otros yo seguí adelante.

No sé si es locura o determinación. Solo sé que después de ser invisible, bailar un tango con el plomo y acabar con el dolor a crol me encuentro de frente con una pared de acero blindada. Una pared que sube hasta acariciar el cielo tapando el sol. No sé si es locura o determinación, pero harán falta más de mil paredes  como para apartarme de mi destino, más de mil paredes para que ceje en mi plan absurdo destino a ti.