¿Por qué te repito las cosas una
y otra vez? ¿De qué vale hablar esto de nuevo contigo?
Que sí, que no te enteras. Que
sí, que me oyes pero no me escuchas. Que yo eso ya lo sé. Pero es que parece
que no me quisieras creer.
Que escribir sobre sentimientos
no significa que tu corazón lata a su compás. Que los escritores mienten. Que
la música también te engaña. Que perspectiva no es más que una excusa para volverse
del revés.
Mira que te lo he repetido veces,
pero es que no te quieres enterar. Que hay flores que duran solo un día. Que
todo es más verde y bonito en primavera.
Pero mira que te has caído veces,
pero es que no te quieres enterar. Que el verano no sabe de agendas. Que es
tierra de olvido y nadie le sobrevive. Que de nada valen las citas en la playa,
los viajes a Madrid ni un bono de clases particulares. Que es culpa del Sol.
Sí, has leído bien, del Sol. Que es culpa del Sol que seca las flores y apaga
los colores.
¿Cómo quieres que te lo explique?
Que para quien se quiere enamorar
le basta una mirada, una sonrisa en una estación o un beso con la nariz azul.
Que sí, que no te enteras. Que no
todos son como tú. Que no solo Mario Benedetti es un parcial irrescatable. Que tú también eres un caso perdido. Que a la gente le da vértigo la caída libre. Que no
disfrutan de la velocidad porque solo conocen el efecto túnel. Que asentir no
es lo mismo que comprender.
Después de todo, amigo, te
admiro. Te admiro porque vestido de sinceridad no lucirás la mejor coraza. Te
admiro porque la sinceridad es una espada sin filo.
Te admiro porque a pesar de
que no ganarías ninguna batalla ahí fuera, la sinceridad es la mejor dama con
la que uno se puede ir a la cama y al final, ¿no es allí donde se libran las
guerras que tú quieres ganar?