viernes, 3 de julio de 2009


Echo de menos todo aquello. El recuerdo de nosotros, vagando sin rumbo por aquellas calles mojadas por la lluvia...


En aquel entonces, yo me sentía el rey del mundo. No había nadie capaz de desembarcarme de mi viaje a la felicidad. Luego, se me alargó tanto, que llegué a confundirlo con una semana. Por fin, llegué a mi destino. El viaje me resultó arduo, pero mereció la pena.

Lo que en teoría iba a ser una estancia por un largo periodo de tiempo, no llegó a mucho más de un mes. Me mentalicé. Aun así, me resultó duro despedirme del lugar con el que había soñado.

En mi cabeza, sólo rondaba la idea de quedarme allí y, mientras, el único consuelo que tenía mi corazón era que quizá, sólo quizá, algún día se me brindaría la oportunidad de volver. Llegado el momento, lo haría.

Hoy, esa nostalgia aún me invade. Van unos cuatro meses ya desde mi vuelta. Y tengo la certeza de que ahora es el momento. Ha valido la pena esperar. Volveré. “Ho voglia di te”.

1 comentarios:

jaramos.g dijo...

No sé si en este texto predomina la decepción de no haber podido disfrutar más tiempo de esa felicidad a la que condujo el viaje o la alegría del regreso al parecer inmediato. Sea o que sea, incluso si alude a ambas, me parece entrever una actitud confiada, satisfecha e incluso optimista. No hay tristeza en el fondo, aunque alguna pincelada gris tal vez lo sugiera. Así lo interpreto yo al menos, porque también a mí me hubiera dejado contento haberme quedado "con ganas de más" en un viaje como ese, antes de notar hartazón y empacho; y después, repetir. Al final de una buena comida, más vale reservart una pizca de hambre.